Aventura tras el Telón de Acero
- Jana Recio
- 23 ene 2018
- 5 Min. de lectura
José María del Rosario Melián (enfermero de 53 años de Tenerife, España), desde muy joven, había sentido curiosidad por todo lo relacionado con el mundo soviético y comunista.
Cuando tenía 16 años, llegó a sus manos un libro que contaba las experiencias de jóvenes que viajaban haciendo auto-stop recorriendo la Unión Soviética durante los años 60 a través de esta literatura. Los personajes contaban cómo era la vida comunista. “Era mi libro de lectura, que leía y releía continuamente”, nos cuenta José Mª. Este hecho, provocó en él, su deseo por realizar un viaje del estilo, en el cual pudiera experimentar la vida comunista que tanto idealizaba, y que en un principio pretendía convertirse en real llegando hasta la Unión Soviética, pero que finalmente fue Rumanía, tras cruzar el Telón de Acero.

Comienzo del viaje y llegada a la frontera de Rumanía
En primer lugar, José Mª viajó desde Tenerife hasta Madrid en avión, para luego continuar su viaje a dedo desde la capital española. A partir de aquí comenzaría un largo viaje que terminaría con el propósito que se marcó desde el principio, “lavarse los pies en el Mar Negro”.
El primer desplazamiento fue desde Madrid hasta Lleida en coche. Después optó por cruzar la frontera en tren, para luego recorrer toda la Costa Azul haciendo auto-stop. “En esta época hacer dedo era algo muy habitual. Además, yo le contaba a los que me llevaban mi historia, mi obsesión por querer llegar a Rumanía, lo que les parecía algo sorprendente", comenta José Mª.

Tras muchos kilómetros en coche, llegó a la ciudad italiana de Verona, en donde cogió de nuevo un tren hasta Venecia para desde allí cruzar la frontera a la antigua Yugoslavia. Atravesó en tren el interior de lo que es hoy Eslovenia y Serbia hasta finalmente llegar a la frontera con Rumanía, y más concretamente a una zona que se llamaba Las Puertas de Hierro.
Al llegar a la frontera serbio-rumana, José Mª se dio cuenta de que había una la larga cola, que en un principio no entendía, pero que después entendió el por qué de esta. Todas esas personas esperaban a un coche que les llevara, tras atravesar un puente, a la frontera rumana, ya que este no se podía cruzar a pie. “Durante mi espera, un hombre se me acercó a preguntar de dónde era. Al decirle que era español se sorprendió mucho ya que le parecía muy extraño encontrar a un extranjero occidental cruzar esa frontera. Por lo general, ese punto lo utilizaban, los serbios, para ir hacer prostitución barata a Rumanía, ya que era un país bastante desabastecido y empobrecido". “Inmediatamente este hombre, haciéndose alarde de ser un ciudadano ejemplar, me adelantó y paró al siguiente coche que le tocaba cruzar. Sin mediar palabra con el conductor cruzamos el puente. Pero, no crucé la frontera en coche. Me tuve que bajar de nuevo y esperar una nueva cola para ello” relata el autor de esta historia.
En la frontera había un policía de aduana aburrido de ver tantos pasaportes serbios en busca de lo mismo, según nos cuenta José Mª. “Yo sabía que se iba a sorprender cuando viera mi pasaporte. Y efectivamente es lo que ocurrió cuando llegué al puesto donde se encontraba. En ese ambiente de sorpresa y nervios a la vez, el policía me indicó, en un idioma entre rumano e italiano, que tenía que ir con el resto de extranjeros de mi país". Tras este incomodo encuentro llevaron a José Mª a una especie de caseta en la que le retuvieron más de una hora. En este lugar, los policías, además de sacarle una foto y de chequearle, le hicieron preguntas como cuánto dinero llevaba, cuál era el motivo de su viaje, si tenía algún tipo de negocio, etc. Al cabo de unos 15 minutos, volvían a ir otros policías volviendo a realizar el mismo procedimiento con las mismas preguntas. Tal como nos comenta, Jose Mª, buscaban alguna tapadera que implicara un cierto espionaje, que era el principal motivo que los policías tenían en mente ya que no se creían que él tuviera simplemente interés en visitar el país de una forma diferente de la que se “promocionaba” en ese momento.

Tras la larga espera, los policías decidieron dejarle pasar ya que a pesar de “romper la norma”, no podían corroborar que solo era un turista aventurero y que esto no implicaba ningún tipo de amenaza para la seguridad nacional de Rumanía, pero sin antes obligarle a cambiar su dinero en dólares por la moneda rumana.
Para poder comprender el contexto, tenemos que saber que el turismo que se hacía en Rumanía en esa época, en los años 80’, estaba muy localizado en la zona del Danubio, y resto de zonas costeras alrededor del Mar Negro. Era la única parte del país que los turistas extranjeros occidentales podían visitar, en grupos y organizados por las autoridades turísticas rumanas. “He hablado, hace pocos años, con gente que ha pasado sus vacaciones por esta zona de Rumanía durante esa época, y me cuentan, como ya sabemos y que ellos mismos me confirmaron, que ese turismo estaba basada en unos hoteles establecidos para extranjeros, con un control exhaustivo del contacto con los rumanos. No podían hablar ni tener ningún trato con ellos, estaba prohibido", según nos cuenta José Mª.
Al llegar a Rumanía, podríamos decir que cambiaba la imagen de la película que hasta ahora había tenido en mente, de color a blanco y negro. A un blanco y negro de los primeros años del siglo XX. “Una estación de tren totalmente rudimentaria, rodeada de campesinos con indumentaria de la época de los años 20. Esa fue mi primera imagen al llegar la primera estación de tren rumana, justo al comienzo de mi aventura por este país comunista que tanto ansiaba ver".
Rumanía en 1986, viaje tras el Telón de Acero
Aquí os dejo parte de la entrevista a José Mª del Rosario Melián.
"Después de esta gran experiencia tras el Telón de Acero, en la que pude relacionarme con la sociedad rumana, ya que contacté con diferentes personas, como mineros, proletarios, campesinos, jóvenes, durante los tan solo 3 días, aunque intensos en este país, se resignaban a que la solución viniera del futuro".
La vuelta a España, podría decirse que para José Mª fue una huida del país, tras haber comprobado con sus propios ojos la situación que vivía la sociedad con este tipo de sistemas totalitarios que él en su día idealizó. "Salí totalmente desangelado, defraudado y decepcionado por el Comunismo, a pesar de haber cumplido lo que siempre había soñado en mi mundo idílico del viajero de Leningrado a Sochi, que viajaba por los países de la Europa del este comunista. Sin embargo, con este viaje me di cuenta de que la realidad no era la que contaba este libreo, la realidad era mucho más dura".
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